Decidieron no “ponerlo en cintura” porque “se cuadró” a tiempo, pero la idea era regresarlo al redil en caso de que insistiera en continuar siendo una piedra (muy pequeña, eso sí), en el zapato del morenismo.
La mayoría lo irrespeta en Palacio Nacional, el resto lo ve con mofa; es motivo de broma y hasta suelen hacerle “memes” que, ocasionalmente, difunden para transcurrir el rato, aunque sea un personaje cuya relevancia política en el senado sea pírrica, siendo benévolos.
Es Alejandro Moreno, “Alito”, y el diminutivo en su apodo es también su peso real en la cámara alta. Y es que el equipo cercano al presidente fue enterado de que el campechano pensaba “hacer olas” para ganar brillo mediático, pero reculó y no fue necesario corregirlo: solito lo hizo.
Ya habían decidido revivir alguno de los expedientes que la gobernadora Layda Sansores tiene en “stand by”, pero el propio priísta avisó que era un “malentendido” filtrado por sus adversarios, y el folder en cuestión fue guardado nuevamente.
Fue ahí cuando AMLO aprovechó para congratularse, otra vez (frente a sus cercanos), por el hecho de que ambas cámaras estaban y estarían controladas contundentemente, al menos durante tres años más. La tarea estaba hecha.
El asunto estaba ahora en la reforma al Poder Judicial y la instrucción fue, vía telefónica, efectuar marchas a favor de ella en varias sedes del país para contrarrestar (de manera clara), las que se estaban celebrando en contra. Y así se hicieron.
Y es que aunque a Morena le sobren curules para aprobar lo que se mande al congreso, Claudia Sheinbaum pidió, al igual que AMLO, no quedarse atrás en la que siempre ha sido una de sus fortalezas (y que en buena medida los llevó al poder): la manifestación en la calle.
Veremos qué ocurre para la siguiente semana, cuando volvamos a coincidir aquí.
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