Estaba AMLO tan feliz en su última visita a Veracruz como presidente que le dijo a Cuitláhuac García que no se preocupara, que aunque Sheinbaum no lo había considerado en los nombramientos más relevantes, “algo bueno le tocaría”.
Bromeó con él, lo trató como si fuera su hijo, y hasta le acarició la cabeza jugando como los amigos entrañables que son… pero Sheinbaum es Sheinbaum, y AMLO es AMLO. Aún así, en efecto, al Gobernador García algo “nada despreciable le darán”. Todo encargo federal es destacable.
Nunca antes el tabasqueño había estado tan contento en Veracruz, y casi siempre que vino se sintió como en su casa. La nostalgia invadió al presidente, y estaba realmente tan satisfecho que no escuchó (ni quiso escuchar), los reclamos de trabajadores del Poder Judicial.
El asunto de la botella con agua que le lanzaron pasó a segundo término, en más de una ocasión bromeó con la comitiva que le acompañaba sobre el incidente. “Pasó más cerca de ti”, le dijo a Cuitláhuac García en una ocasión, y sonrió, me cuentan.
“Son los adversarios que están molestos, pero ya se les pasará, tendrán que aceptarlo”, mencionó a una persona que después se lo hizo saber a este columnista. “Quizá les molestó lo de los Yunes, pero ellos actuaron convencidos”, le dijo a uno más que le acompañaba.
AMLO se fue de Veracruz contento, como el que “llegó, vivió y venció”: los números del morenismo en el estado lo confirman, así como la gubernatura para Nahle a pesar de Cuitláhuac García; en pocas palabras, “carro completo”.
Veremos qué pasa.