Si estuvo o no en un rancho de Villa Flores, Chiapas, sólo los que lo vieron o el mismo Javier Duarte lo sabe. Quizá cuando lo anunció el Padre Solalinde ahí estaba aún, tomando una copa de carísimo vino añejado, mientras veía jugar la Serie Mundial a sus amados Cachorros de Chicago.
Duarte duerme caliente cuando más de 50 alcaldes se cubren del frío en los pasillos de Palacio de Gobierno. Más allá de la «raja» política que trae «junto con pegado» el movimiento, la demanda de los ediles es justa: necesitan el dinero federal que les corresponde para pagar nóminas y servicios municipales. Así de fácil.
En ningún estado de nuestro País, o de otras latitudes, es normal el simple hecho de que los ediles duerman varias noches afuera de un Palacio de Gobierno, sea cual sea la razón. Si Don Fernando Gutiérrez Barrios viera el Veracruz de hoy, movería la cabeza en desaprobación y regresaría a su descanso eterno.
¿Qué va a pasar en Veracruz? ¿Cuándo le pagarán a los alcaldes? ¿Rescatará la Federación a un estado sumido en crisis financiera por las pillerías de Javier Duarte? Ayer dijo el Secretario de Hacienda, José Antonio Meade, que no habrá salvamento y que el nuevo Gobierno, el de Miguel Yunes, deberá responsabilizarse y usar los instrumentos financieros existentes, desde créditos cortos hasta la banca de desarrollo, para llenar los huecos de dinero.
La verdad es que en los próximos días o semanas, Hacienda hará llegar a Veracruz, bajo sus condicionantes, una cantidad para solventar el pago de las participaciones federales de los alcaldes, quizá no los 3 mil 300 millones de pesos que pide el Gobernador Interino, pero sí unos 2 mil millones para aplacar los ánimos, mismos que en cualquier momento pueden subir de tono.
El coraje de todos los que pagamos impuestos en este país radica en el motivo del «rescate» financiero. Si la crisis de Veracruz obedeciera a una tragedia meteorológica, los mexicanos no lo pensaríamos dos veces, pero es ofensivo, para cualquiera, salvar a un estado porque el dinero se lo robó o malversó un impresentable personaje; es como secundarle su atraco; se estaría comunicando un mensaje erróneo para otros estados donde también hubo, hay y habrá, gobernantes corruptos.
Lo ideal sería encontrar a Javier Duarte, quitarle todo lo que se llevó, vender sus presuntas propiedades y regresar el dinero a las arcas veracruzanas; sin embargo, eso llevará tiempo y las alcaldías están al punto de la bancarrota. Además, localizar al ladrón no garantiza la devolución del dinero o de las cosas hurtadas, (los que hemos sufrido robos en algún momento lo sabemos).
Así, mientras Duarte sigue escondido y vio ayer el juego 7 de la Serie Mundial con sus adorado Cachorros de Chicago, en Veracruz se siguen acordando de él y sus atracos a cada segundo. Javier juega a ser Houdini, pero no olvidemos que hasta el mismo «maestro del escape» sufrió, en una de sus presentaciones, un lamentable desmayo que posteriormente lo llevó a la muerte.
Javier Duarte es hábil desapareciendo dinero, un auténtico experto, ya lo demostró, pero no es el maestro del escape, más temprano que tarde darán con su paradero. Javier Duarte es un gran «empresario fantasma», pero no es Houdini, ni aunque se encomiende a Todos los Santos.