Así es, cualquier candidato opositor capaz de capitalizar el descrédito del Gobierno en turno, y que además, hubiera ofrecido castigar a Javier Duarte de Ochoa habría ganado la elección. Los veracruzanos votaron en gran medida por esa oferta de campaña, mismos que evaluarán, en poco más de año y medio, las promesas hechas por Miguel Yunes Linares, cuando regresen a las urnas.
En Veracruz también pudo ganar Héctor Yunes, sin embargo, la etiqueta «candidato del gobierno priísta» le restó credibilidad frente a Miguel Yunes. No era Héctor, era la imagen de Javier Duarte, quien aunque quizá no es del todo el»malo de la película», acabo siéndolo, justa o injustamente, para la percepción ciudadana, que es a final de cuentas la que decidió la alternancia.
Para Veracruz el 2018 es mañana mismo. No hay 2017. Morena irá por todas las canicas con Rocío Nahle, la Coordinadora de los Diputados Federales de López Obrador en San Lázaro. Su candidatura crecerá como la «espuma de la cerveza» porque AMLO buscará la Presidencia al mismo tiempo. El pleito ya no será entre el PRI y el PAN; el enemigo a vencer para ambos se llama Morena.
Respecto al PRI y sus aliados me confirmaron que no hay candidato seguro ni compromiso después de lo ocurrido el 5 de junio. En el CEN del PRI y en Bucareli se manejaba mucho aquella frase de «no hay 2018 sin 2016». Y es así, ninguno de los dos Yunes rojos la tiene amarrada, en lo absoluto, ni Héctor, ni José.
Cierto es que tanto en México como en Veracruz se sabía que después de Héctor Yunes le tocaba a José Yunes. Cambiaron los aires. No han decidido quién será el que intente recuperar la Gubernatura. No tienen prisa por el nombre, el interés inmediato radica en recomponer la imagen del PRI a través de un respetado Delegado Nacional, así como de un nuevo o ratificado dirigente estatal.
Me comentan que aquel que tome las riendas del PRI en Veracruz deberá renunciar, como si fuera un «pacto de caballeros», a buscar la candidatura gubernamental. Es cierto, ningún militante tiene impedimento estatutario para aspirar a ser el ungido, de ahí que la renuncia a ese derecho sea sólo bajo «palabra de honor», nada firmado.
La consigna es entonces, de acuerdo a los tomadores de decisiones, que no hay candidatura del PRI amarrada para nadie en Veracruz. El «afortunado» deberá garantizar competir fuerte contra PAN-PRD y Morena. Puede ser un Yunes o algún otro militante bien relacionado en México; un diputado local o federal; incluso un independiente sin historia tricolor.
Morena tiene terreno allanado en Veracruz para buscar la alternancia; el PAN-PRD dependen por mucho de lo que haga Yunes Linares en año y medio; el PRI deberá cicatrizar, después proyectar, y hasta entonces, buscar el nombre. No querrán otro 7-0, como el de Chile contra México.