De la broma recurrente pasamos a la pavorosa realidad. Con cierta frecuencia, quienes nos dedicamos al periodismo y solemos manejar información incómoda para algunos, ironizamos con aquella máxima jocosa: «mejor te lo digo en persona, no vaya a estar alambreado mi celular», o quizá, una más delicada, «por aquí no, no vaya a ser la de malas, al rato lo platicamos en persona». Hoy, el tema dejó de ser un «secreto a voces»; nos escuchan o nos leen, sin duda, como debería hacerse sólo con criminales.
No creo que el reportaje en el New York Times se les haya escapado, considero que la idea era justamente esa, que periodistas y activistas supiéramos que podemos estar siendo vigilados, sobre todo cuando tenemos información que de acuerdo a los poderosos, no deberíamos manejar.
Ahora bien, ¿somos los periodistas y activistas los nuevos enemigos del Estado?, ¿los temas «espinosos» que tratamos podrían desestabilizar al país, de acuerdo a alguien o «alguienes» en el Gobierno de la República? En el listado de temas donde el software espía actuó están las investigaciones sobre corrupción en Veracruz, ¿estarán todos los asuntos obscuros también que atañen a Javier Duarte? De ser así, me sentiré aludido.
Ahora bien, esto nos revela una realidad casuística, pero antes de la publicación de este reportaje, cuántos periodistas o activistas más fuimos espiados sin saberlo, (o han sido espiados). ¿Cuántos en este momento, en este día, estamos siendo espiados por alguien en el poder sin tener conocimiento alguno sobre ello?
Cierto es que sería irresponsable culpar a todo el Gobierno de este atropello a la privacidad del periodismo y activismo mexicano, sin embargo, los que investigan el caso tienen pocas dudas de que el software pudiera ser aplicado fuera de las paredes del Estado.
La Presidencia de la República afirma, de manera oficial, «que no hay prueba alguna de que agencias del Gobierno Mexicano sean responsables del supuesto espionaje descrito» en el artículo. Lo cierto es que este software sólo se vende a Gobiernos para «observar» a delincuentes y narcotraficantes; difícil quitarse ese argumento de encima, más aún cuando todo indica fue aplicado en momentos de fuerte cuestionamiento a los que ostentan el poder.
¿Los descubrieron aplicando el software espía o quisieron que nos enteráramos para autocensurarnos y sentirnos intimidados de ahora en adelante? Esa es sólo una de tantas preguntas.
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