Hay más fosas clandestinas en Veracruz que total de municipios. Mientras la geografía política estatal alcanza los 212 ayuntamientos, los números nos llevan a contabilizar, en el mismo territorio, cuando menos 300 depósitos macabros al momento.
Veracruz es, sin ningún alarmismo o sensacionalismo, la fosa clandestina más grande de América Latina. Cuando se pensaba que habíamos visto lo peor con el hallazgo del cementerio ilegal en Colinas de Santa Fe, a unos minutos del Puerto de Veracruz, aparece otra pesadilla oculta, de proporciones bastante mayores, en el centro del estado.
32 fosas clandestinas en un terreno de 300 metros cuadrados; cuando menos 174 cráneos que significan el mismo número de personas ejecutadas; 174 historias de hombres, mujeres y jóvenes (donde podría haber menores de edad, o incluso, bebés).
Y si a nosotros nos impresiona, indigna y atemoriza, cómo entender (o digerir) lo que viven los colectivos que por años han buscado a sus familiares desaparecidos. Mujeres y hombres, madres y padres, hermanos y hermanas que en carne propia sufren lo que nosotros sólo vemos “de lejos”.
Si bien es cierto se avanza, en el objetivo de localizar personas desaparecidas, al encontrar estos cementerios clandestinos, de poco sirve cuando el banco de ADN para cotejar con los restos hallados es incompleto o insuficiente. No se cierra el proceso.
Los colectivos de desaparecidos se quejan con justa razón, de los más de 330 restos humanos sin identificar en fosas clandestinas localizadas previamente. ¿De qué sirve hallar y hallar si los cráneos siguen sin tener nombre y apellido?
La pesadilla continúa en Veracruz. ¿Cuántos cementerios clandestinos más habrá aún sin localizar?, ¿qué porcentaje de los 174 cráneos hallados hasta el momento en el centro del estado serán identificados?, y peor aún, ¿en qué momento Veracruz se convirtió en tierra fértil para desaparecer personas?
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