Cuando le hicieron saber a Mario Delgado que Cuitláhuac García deseaba ser secretario de educación pública (y que se lo había pedido de manera expresa a la presidenta electa), el todavía dirigente de Morena lanzó (me dicen) una sonora carcajada.
Y es que el todavía gobernador de Veracruz nunca fue bien visto por la mayoría de los altos mandos morenistas. Le toleraban, sí, pero en buena medida por el aprecio que AMLO siempre le ha tenido, particularmente al padre de García Jiménez.
Uno de los nombramientos más cuestionados (hasta el momento) fue el de Mario Delgado a la SEP, a ese mismo sitio donde grandes pensadores de la historia han despachado. Y en realidad fue Sheinbaum quien se lo ofreció, sabiendo que su dirigente estaba interesado.
La presidenta electa nunca consideró a García para la SEP, pero algo le tiene preparado para no dejarlo fuera de la nómina (se lo prometió), aunque sus servicios no hubieran aportado a la victoria de Nahle.
A Sheinbaum (y su gente) no le gustó que García difundiera en Veracruz (de manera subterránea), que sería considerado en el primer círculo del gabinete. Además, el gobernador se mostró (a decir de ellos) dubitativo cuando se pensaba que la elección se cerraba en el estado.
La mejor carta de Cuitláhuac García continúa siendo el aprecio que le tiene AMLO, pues prácticamente el resto desea tenerlo lejos. Es como Noroña, pero sin el éxito que de alguna forma ha obtenido el militante de PT. Así de contundente.