Si no fuera porque la mismísima Ley se los exige, Miguel Ángel Yunes y Cuitláhuac García evitarían cruzar las miradas durante todo noviembre. Sin embargo, a partir del primer día del próximo mes, en cualquier momento, deberían sentarse en la misma mesa, aunque no podemos alejarnos de que ambos podrían evitar ese trance.
Pasarán algunos días o semanas donde sus representantes se reunirán para la entrega-recepción, sin embargo, en algún momento, tanto el saliente como el electo deberán posar, “como que no quiere la cosa”, para la obligada foto de la transición.
Cuando Héctor Yunes perdió la elección con Miguel Yunes, en Veracruz se especuló mucho sobre si Javier Duarte se atrevería a aparecer, ante medios de comunicación, entregándole el poder a su enemigo confeso en el Congreso del Estado.
Aunque Javier Duarte hubiera decidido evitar convertirse en prófugo de la justicia, no se habría presentado a entregar la estafeta a Yunes, de hecho, huyera o no, el cordobés ya había comunicado a su Secretario de Gobierno, Flavino Ríos Alvarado, que cerraría como “interino” y por ende, saldría en la foto del primero de diciembre.
¿Qué ocurrirá en esta ocasión?, ¿Miguel Ángel Yunes llegará hasta el último día de su gobierno y entregará, personalmente, el poder a Cuitláhuac García?, ¿buscará evitar “la foto del morbo” cuando su objetivo era dejar la estafeta en manos de su hijo?
Dudo que Yunes aplique aquella de dejar que sea su Secretario de Gobierno quien deposite el poder en Cuitláhuac García. Es más, veo muy factible que en el marco del proceso de entrega-recepción, tanto el panista como el morenista se disciplinen y presidan alguna reunión.
Cierto es que en el plan de Yunes no estaba encontrarse el primero de diciembre con Cuitláhuac García, sin embargo, puedo asegurar que el morenista tampoco se veía ahí, hasta que él mismo experimentó, en carne propia, el tsunami de su mentor, Andrés Manuel López Obrador.
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