El dos de diciembre, un día después de su toma de protesta como Presidente de la República, si no aparece algún asunto de último minuto, AMLO visitará Veracruz, y ahí, estrechará la mano de uno de sus muchachos consentidos: Cuitláhuac García.
No es fortuito que López Obrador pise Veracruz horas después de cumplir el sueño de su vida. El tabasqueño encontrará condiciones muy distintas a las experimentadas en sus últimas visitas, cuando como candidato presidencial fue retado en más de una ocasión, por el Gobernador Miguel Ángel Yunes, a sendos debates en plazas públicas.
AMLO viene a Veracruz apenas un día después de ser investido como Presidente, y lo hará, sin lugar a dudas, pisando una alfombra que consideró disfrutar en otros estados, más no necesariamente en el gobernado por los Yunes.
López Obrador encontrará a un Ejecutivo Estatal diametralmente opuesto al que le llamó “loco” varias veces en campaña. Aquel terreno hostil para el morenista, sinuoso y complicado, no lo será más a partir del primero de diciembre.
Supongo que AMLO ya no sentirá miedo de “llevar la cartera” a eventos oficiales en Veracruz, por el contrario, deberá abrirla (“presupuestalmente” hablando) para ayudar a que uno de sus alfiles permanezca en el ánimo de sus gobernados.
Me dicen que el gran dolor de cabeza de Cuitláhuac García en su arranque gubernamental está solucionado: los aguinaldos y el fatídico diciembre. AMLO ha garantizado los recursos correspondientes con la firme intención de apoyar la imagen de su pupilo.
El dos de diciembre, AMLO arribará a Veracruz como dueño y señor del estado que pertenecía, al menos en el poder, a uno de sus enemigos públicos. Sin embargo, el de Tabasco deberá venir con frecuencia si quiere mantener a Cuitláhuac García “en lo alto”, pues aunque no lo parezca, esta tierra podría seguir siendo hostil para Morena.
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