Azotó la puerta no sin antes lanzar la siguiente consigna a su equipo cercano: o le argumentaban bien al INE que nada le impedía tocar temas electorales en sus mañaneras, o sin dudarlo los pondría a “picar piedra” en plena temporada navideña. “Díganles que tengo derecho a defenderme de mis adversarios”, y dicho eso, se encerró para su revisión médica de rutina.
Aquel fue un día de furia para AMLO, quizá similares a los que vivió cuando salieron a la luz los videos de Pío, o bien, los contratos que Pemex había celebrado con su prima, Felipa. Tenía la boca seca por la formalización de la alianza opositora, y además, no podía dejar de estar molesto ante la presión de un terreno todavía fuera de su control: el INE.